La adquisición de Telmex y el nacimiento de América Móvil (Parte 1)
Carlos Slim Helú comparte con los suscriptores de Whitepaper la historia de Telmex
“Hubo un momento en el que no íbamos a entrar porque los socios, aunque tenían minoría, querían tomar las decisiones. Los dos extranjeros se pusieron de acuerdo. Yo les dije que nosotros no éramos nada más inversores, que éramos operadores y que no aceptábamos que ellos decidieran acá”, recuerda Carlos Slim Helú.
“Entonces les hice una propuesta, les dije ‘bueno vamos a hacer esto, si están de acuerdo, aceptamos. Si el chairman y CEO norteamericano y el francés creen que estamos equivocados, que yo estoy equivocado, acepto’”.
Era 1990 y Slim estaba negociando con sus potenciales socios la propuesta que harían para quedarse con Telmex. Southwestern Bell (que más tarde se convertiría en AT&T) y France Telecom querían el 5% cada una, y con ese 10% conjunto buscaban retener el control del grupo encabezado por Slim.
A unos días de presentar la propuesta, estuvo a punto de caerse el deal. En entrevista exclusiva con Whitepaper, Slim Helú explicó que los convenció proponiéndoles que los respectivos CEOs, actuando en conjunto, podrían tener poder de veto.
“Ya conocía yo al de Estados Unidos. Es un tipazo, Ed Whitacre, que es gran amigo, y el francés también extraordinaria persona, el chairman y CEO Marcel Roulet. Dije, si ellos piensan que está mal algo que estamos planteando o haciendo, estoy de acuerdo”.
El acuerdo se logró, y la propuesta terminó siendo la ganadora. Y al final, nunca sucedió que dichos CEOs estuvieran en desacuerdo con las decisiones tomadas en México.
Graham Bell patentó el teléfono en 1876 y apenas dos años más tarde, en 1878, las telecomunicaciones llegaron a México con seis líneas que conectaban comisarías de policía.
A lo largo de los siguientes 80 años, la telefonía en México estuvo en manos de dos empresas privadas: la Empresa de Teléfonos Ericsson y la Compañía Telefónica Mexicana. Ambas eran extranjeras — la primera de Ericsson (Suecia) y la segunda una filial de la International Telephone and Tellegraph Co (o ITT).
Slim nos explicó que en 1958 el control de estas dos empresas pasó a manos de dos de los principales empresarios del México de mediados del siglo pasado: Eloy Vallina, un banquero que había nacido en España pero crecido (y radicado) en Chihuahua, y Carlos Trouyet, quien de hecho se convertiría en presidente de la nueva organización, ahora sí bautizada como Teléfonos de México.
Por los siguientes 12 años, Telmex fue una empresa privada, controlada por empresarios de México. Sin embargo, éstos habían hecho un acuerdo con el gobierno para que una parte de los impuestos se fueran pagando con acciones. Para 1972 el 48% de las acciones eran del gobierno, que entonces adquirió un 3% y asumió el control de Telmex con el 51%.
El gobierno no fue un buen dueño para la empresa. Las inversiones no alcanzaban para modernizar los equipos y mucho menos para extender la capacidad instalada, mientras que se multiplicaba el tamaño de la plantilla. Tan solo durante la década de los 80s, Teléfonos de México pasaría de unos 15 mil empleados, a cerca de 70 mil en 1990.
Una política del Telmex de aquellos años era que sus usuarios tenían que comprarle una acción para que la empresa les instalara una línea. Esto generaba muchísima actividad en el mercado — todo mundo buscaba vender la acción que había adquirido con su línea — pero aún así el valor de mercado de la empresa no era bueno.
En su autobiografía, Alfredo Harp criticó esta práctica.
“La nueva administración de Telmex continuó con la política equivocada de financiarse con ventas de acciones a los nuevos usuarios de líneas telefónicas, lo que provocó que el exceso de oferta desordenada de acciones diluyera a los accionistas (…)”.
Para 1985, el valor total de Telmex era de $155 millones de dólares.
En 1990, cuando presentó la oferta por Telmex, Carlos Slim Helú tenía 50 años y una larga trayectoria como empresario. Egresado de ingeniería civil en la UNAM, en 1965 comenzó su carrera como empresario adquiriendo la concesión para Morelos y Guerrero de Jarritos del Sur, una empresa de refrescos.
“Teníamos un gerente y cuando me hice cargo de ella yo iba todos los jueves en la tarde a Cuernavaca y regresaba en la noche. Entonces iba una vez a la semana y desde ahí dirigía las cosas con el director, veía cómo iban las cosas”, señala Slim.
“Había que vender más, y había que mejorar costos, entonces negocié con los de Pepsi-Cola que no tenían planta en Cuernavaca en Morelos y les maquilé Pepsi-Cola. La maquila nos dejaba cierta utilidad y me permitió bajar costos, porque ya tenía muchos costos, eran costos marginales”.
Unos meses más tarde, todavía en 1965, fundó una casa de bolsa: Inversora Bursátil. Al poco tiempo, añadió una constructora — Constructora Carso — y comenzó también a comprar propiedades inmobiliarias.
Se estaba estrenando como empresario con apenas 25 años de edad, pero para ese momento tenía más de 10 años de experiencia como inversionista. Durante una de las reuniones en su oficina, nos mostró unos papeles en los que, a mano, llevaba los registros de su balance personal desde que tenía 15 años. Para la versión de 1963 su patrimonio había crecido a $731 mil pesos gracias a las acciones que había comprado años atrás en empresas como Banamex y Cigarrera La Moderna (una empresa que años después terminaría adquiriendo). En ese momento tenía también acciones de Fundidora y de Union Carbide, entre muchas otras.
En 1976, Slim era consejero en Imprenta Galas, una fábrica de calendarios y material publicitario. La empresa, que había sido una de las primeras imprentas en México, tenía casi 1,000 empleados pero pasaba por un momento muy complicado — enfrentaba una huelga y estaba muy endeudada. Slim lideró entonces a un grupo de inversionistas que se quedaron con Galas.
Inmediatamente redujeron el número de productos disponibles y también el número de clientes — buscaban quedarse solamente con los que sí pudieran atender de manera rentable. Cuatro meses más tarde, dice, Galas era nuevamente una empresa estable.
Viene entonces una adquisición que sería clave para los siguientes años. En 1980 adquiere el control de Cigarrera la Tabacalera Mexicana — Cigatam — lo que le brindó una importante fuente de flujo y con ello, ‘gasolina’ para hacer más y más compras.
“Siempre lo que pensaba era como empresario, no como director de empresa. Yo he sido más empresario que director de empresa. En la empresa hay tres personalidades muy marcadas: el director general, el empresario y el inversionista que respalda al empresario”, explica. “En la empresa pequeña y mediana, la misma persona es el empresario, el director y el inversionista. Pero ya en las empresas grandes, hay inversionistas ligadas al empresario, que le tienen confianza al empresario, hay el empresario y hay el director general. Entonces yo lo que hice desde que empecé mi actividad empresarial, era pensar en varias empresas”.
La crisis de 1982 se convertiría entonces en una etapa de grandes oportunidades.
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