
En la famosa lista de billonarios publicada por la revista Forbes, los mexicanos que aparecen suelen ser siempre los mismos nombres. La última versión de la lista, publicada en marzo de este año, incluye 12 nombres, todos relacionados con las grandes empresas de México – y todas ellas fundadas décadas atrás. Slim y sus empresas de telecomunicaciones, Salinas Pliego y Azteca, Banorte y Banamex, José Cuervo, Grupo Modelo.
Ninguna sorpresa.
Pablo Legorreta no había salido antes en esa lista. Pero con la colocación de las acciones de Royalty Pharma en NASDAQ – la empresa que fundó en 1996, a los 32 años – el valor de su participación en su propia empresa ronda hoy los $3,200 millones de dólares.
El ingeniero de la Ibero, que antes trabajó como banquero de inversión, vio una oportunidad comprando los derechos a las ganancias de medicamentos que habían sido desarrollados por pequeñas empresas farmacéuticas o incluso instituciones académicas. Consiguió inversiones de parte de endowments y fondos de pensiones, lo apalancó con deuda, y apostó por medicamentos que todavía no habían sido explotados.
Consiguió varios home runs. De acuerdo con Forbes, por ejemplo, en 2006 pagó $700 millones de dólares para quedarse con un porcentaje de las ganancias de la venta de Humira, un medicamento que se utiliza para tratar diversas enfermedades, varias de ellas relacionadas con artritis. En 2018 ese medicamento le generó a Royal Pharma $499 millones de dólares – en un solo año.
En el S-1 – el documento oficial que dan a conocer las empresas que van a salir a bolsa – Royalty Pharma declara que Legorreta recibió una compensación de más de $28 millones de dólares en 2019, y que la empresa le debe todavía $747 millones de dólares adicionales de ‘compensación diferida’.
Pablo es el CEO y presidente del consejo de Royalty Pharma, cuyo valor de capitalización de mercado supera ya los $31,320 millones de dólares. El mexicano se convierte así en uno de los empresarios más relevantes en la industria de la salud en los Estados Unidos. Y claro, uno de los poquísimos mexicanos que han emprendido una nueva empresa, y con ello, de convertirse en billonarios – aunque para lograrlo, tuvo que hacerlo en aquél país.